Icewine: El vino de hielo
A partir de una particular forma de cosechar las uvas congeladas, este vino concentra dulzor, aromas e intensidad.
“Y al evocarte, se me pianta un lagrimón…”, como dice el tango. Algo así siento ahora, mientras sostengo en mi mano la delgada botella vacía del Inniskillin que me regalara mi amigo Marcelo para mi cumple. Un estupendo icewine canadiense de Vidal y Riesling que, con principesco glamour supo acompañar en perfecto maridaje al complejo flavor del Danish de Santa Rosa, el queso azul preferido de esta sommelier.
Como debo esperar algún tiempo para volver a juntarme con otro maravilloso Inniskillin, he resuelto acompañar a mi queso azul con un excelente ejemplar de cosecha tardía de marsanne de la línea Terrazas. A este dúo le falta la “cereza de la punta del helado” con forma y gusto a pasas de uvas. Queso azul, pasas y tardío: un triángulo perfecto, casi un “ménage a trois”.
El icewine o “vino de hielo” se introdujo originariamente en las regiones de clima frío de Europa, pero su gran producción se encuentra hoy en la península de Niágara en Canadá. Los racimos ya maduros se dejan en la planta hasta la primera helada canadiense (dos meses más tarde) para que concentren aromas, ácidos y azúcares. Bajo una temperatura de -10º C, las uvas se congelan y comienza allí la ardua tarea de la recolección nocturna de los granos y el prensado. La producción del zumo es altamente concentrado y bajo (entre el 5 y el 10% de la normal), ya que la mayor parte del líquido queda en la prensa en forma de cristales de hielo. Este vino se caracteriza por su dulzor natural elevado, un bouquet muy aromático y una gran intensidad, que lo ubica entre los mejores vinos del mundo.